VERSIÓN UNO
Juana De Marco viuda desde los treinta años celebro su cumpleaños número cuarenta en casa de su hermana Claudia. La casa que era más parecida a una mansión que a una casa, la había comprado el cuñado hace pocos meses, estaba repleta de gente hasta los balcones. Se encontraban amigos y familiares que no veía hace años.
Tantas parejas se veían por todos lados, que hacia que no conociera a más de la mitad de la gente que estaba por su celebración. Entre toda esa muchedumbre reconoció a un hombre sólo como ella, de unos treinta y tantos años. Sus miradas se cruzaron y caminaron al encuentro, ambos buscaban la forma de huir de las parejas que los hacían recordar su soltería.
Se saludaron y rieron de la situación, hacia diez años que no se veían. El hombre era Francisco Vivaldi, un director, compositor de música clásica que hace un par de años que estaba haciéndose conocido por todo el mundo, años atrás había sido el profesor particular de violín de la hija de Juana, cuando apenas empezaba su carrera. Durante su charla salieron varios temas como la fama de Francisco, el estudio en Europa de Julia, hija de Juana, hasta el tema de la reciente viudez de Vivaldi. Hacia tres años que su vida cambio para bien –su carrera- y para mal –su vida personal- ambos intercambiaban experiencias de ese triste tema, como la lograron supera y como en el presente estaban volviendo a sentir la soledad de no tener a alguien con quien sentir la vida .
Esa larga charla que se prolongo por dos horas, llego hasta el clima en donde no se diferenciaban de otras parejas, ambos no sabían si era por el alcohol o por la atracción física que los hacia sentir felices por primera vez en muchos años.
Esa felicidad fue interrumpida por la voz de Claudia, anunciando el brindis por la cumpleañera, pero antes dijo que traería una sorpresa para la cumpleañera, Juana fue hasta le centro de la casa como se lo pidieron.
Por la puerta principal entro Julia, una joven de veintiún años junto a una valija en su mano, recién llegada del aeropuerto. Madre e hija corrieron al abrazo mas largo que tuvieron en su vida, hacia tres años que no se veían en carne y hueso.
Luego del brindis Juana con su hija son interrumpidas por la presencia de Francisco. Julia la agarro fuete del brazo a su madre para saludar a su viejo profesor. La hija a todo pulmón le decía al profesor Vivaldi que lo vio en un concierto en Venecia el año pasado, mientras el respondía que no hubiera podido reconocerla porque había cambiado mucho. Durante ese lapso la señora De Marco recordó que no sólo era viuda sino que también era madre, se dio cuenta que su hija y ese hombre se atraían, una atracción que probablemente ya había empezado mucho tiempo antes, que la música los unía, que se llamaban mutuamente. Eso le recordó cuando conoció a su difunto esposo en el teatro de Corrientes, cuando ambos interpretaban al protagonista y antagonista de una obra, supo que ellos estaban experimentando lo mismo.
Hizo un ademán de estar cansada y se retiro de la sala, espero que ambos jóvenes tuvieran la misma suerte que ella tuvo. Sabia que ambos se podrían complementar en su vida personal como en su carrera profesional.
VERSIÓN DOS
Hoy cumplo cuarenta años, hace tiempo que no tengo una noche para mi, desde que murió mi esposo solo me ocupe de mi hija y mi trabajo, sin pensar en mí, en mi carrera, deje de buscar papeles protagónicos al punto de aceptar cualquier papel con tal de que paguen bien tanto en televisión como en teatro. Ahora que mi hija se fue de casa y me estoy volviendo a adaptar a la soltería. Mi hermanita menor Claudia me propuso hacer la fiesta en su nueva mansión que su tercer marido compró. Probablemente sea para estrenar su nueva casa aunque no me importa mucho la razón. Arregle sola toda la casa para la noche, sin tener nada en mi mente que me atormente, sin pensar que ese cumpleaños tendría tantas emociones encontradas en mi mente, en una misma noche, de soltera a enamorada a madre soltera otra vez.
A las diez empezaron a llegar los invitados, todos en parejas, era como si lo hicieran a propósito, o era yo que hacia años que no asistía a una fiesta que había olvidado como se acostumbraban. Todos mis conocidos llevaban a alguien que no conocía, hasta mis ex del colegio, contando sus viajes de vacaciones en pareja. Era como si en vez de ser mi cumpleaños fuera el día de burlarse de la soltera, mejor dicho madre soltera. Me canse de todo esto y me fui al piso de arriba, estuve un par de horas bebiendo hasta que vi por fin alguien igual que yo, alguien sólo, lo reconocí en un instante, había crecido, estaba más maduro, antes era un nene, debería tener unos treinta y tantos años ahora. Lo vi a los ojos y el me miró, él se me acercaba y yo camine hacia él.
-¡Feliz cumpleaños Señora De Marco!
-Gracias Profesor Vivaldi, cuanto tiempo sin verlo, ¿cómo a estado?
-Bien, un poco ocupado estos años desde que dirijo una orquesta sinfónica.
Era uno de los profesores de violín que tuvo Julia cuando era chica, antes que mi esposo José falleciera. Era un chico de veinte años que venia todos los martes a las cinco de la tarde a enseñarle a mi hija. Charlamos durante un rato, me contó que se convirtió en profesional, que viajaba por todo Europa, dirigiendo y componiendo música clásica. Incluso me contó que enviudo hace unos años y que la música lo ayudo a mantener su mente distraído del dolor. Ambos compartimos nuestras experiencias dolorosa, hasta cambiar de temas de lo mas alegre. No se si era el alcohol o la atmósfera pero empecé a ver a Francisco como un hombre atractivo, no menos de diez años menos que yo, alguien que me hacia sentir como cuando estaba con mi esposo. Se me fue la horrible cara que tenia y mi cara se rejuveneció una década, estaba feliz, y quería saber como iba a terminar esa maravillosa noche.
Hasta que Claudia interrumpió mi felicidad, nos llamo para un brindis, pero antes quería mostrarle a todos el regalo que me había hecho. Fui a la planta baja y abrió la puerta, por un segundo pensé que seria un músico o algo así, conociéndola no me sorprendería, pero era mi hija Julia, alta y delgada, con ojeras en sus ojos, se veía recién llegada del aeropuerto, estaba hermosa, corrí a abrazarla y lloramos toda una eternidad. Luego brindamos y seguimos charlando igual que cuando era chiquita. Entonces Julia grito de alegría al ver a Francisco Vivaldi, y empezaron a charlar, dejándome a un lado, yo escuchaba sus anécdotas de Europa de ambos y comprendí lo que ocurría, ambos se estaban interesados en el otro, entonces supuse que lo que había pasado antes sólo yo lo había sentido, y mal interpretado. La vergüenza me hizo retirarme hasta un balcón y los miraba desde arriba y vi el reflejo en ellos, de mi esposo y yo cuando nos conocimos en los ochenta en la avenida Corrientes, dos jóvenes unidos por el arte, nos íbamos enamorando sin darnos cuenta en el teatro.